Hace siete días, clausurábamos esta nota con una
referencia a nuestro IV Congreso. Hoy lo que ya está clausurado es el citado
evento que, según parece, ha resultado del agrado de asistentes, ponentes y
patrocinadores. La satisfacción de todos ellos alimenta la
nuestra.
Aún víctimas del “jet
lag”, retomamos la actividad habitual, insistiendo en la necesidad de hacer
llegar a las organizaciones y a quienes las orientan, dirigen y controlan los
mensajes oportunos sobre su papel y necesaria implicación en materia de
[ciber-]protección. Recetas como las que le traemos hoy contribuirán a esa
labor pedagógica que a Ud. corresponde.
Pero si consejeros y directivos son víctimas del
desconocimiento, no menos lo son el resto de empleados, del descuido, la
negligencia o el engaño. En ese último se apoya el delincuente de moda: el “ransomware”, que extorsiona empresas e
individuos, sin distinción, en una suerte de democratización del delito. Una
democratización que alcanza, también, al lado del delincuente mediante la
puesta a disposición de herramientas cada vez más sencillas que, realmente,
popularizan la capacidad de delinquir. ¡Casi invitan a ello, se diría! Máxime
considerando el buen resultado que parecen estar dando los secuestros de información.
Aunque éstos no son los únicos “trabajos” rentables: la fructífera actividad
del robo de datos de tarjetas -recuerde
TARGET- se mantiene en plena forma,
centrada actualmente en el sector hotelero.
En el ámbito estrictamente industrial, ciertos
aerogeneradores han sido los últimos aparatos informatizados en salir a la
palestra de las vulnerabilidades.
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