En el transcurso de una
entrevista que me realizaron, la pasada primavera, para una cadena de
television internacional, el entrevistador
-con el que tuve la oportunidad de hablar sobre el pasado, presente y
futuro de la ciberseguridad- me preguntó
cuánto dinero se escondía tras el telón del ciberdelito. “Dos millones de millones [billones] de euros” fue mi repuesta, citando un [entonces] reciente informe
de Juniper Research. Han pasado apenas unos meses desde aquello, pero
actualmente dicho número ha sido superado ampliamente: Cybersecurity Ventures
informa hoy de que el coste total, mundial, del ciberdelito alcanzará, para
2021, tres veces esa cifra.
Se antoja un buen argumento
para hacer que la gente entienda la importancia de lo cíber. Mientras tanto, los
hechos siguen mostrándonos que, si bien ese no es el único riesgo para las
organizaciones, sí es uno del que pocas instalaciones industriales se ven
capaces de huir.
¡Los iraníes los conocen bien!
He dicho “… los conocen …”. Bueno, me refiero a que: 1) conocen el coste de los ciber
problemas (estoy convencido de que disponen de sus propias cifras -sin duda, una lección positiva de Stuxnet-);
y 2) conocen, también, que nadie está a salvo. Prueba de ello, han puesto en
marcha una serie de ciber-inspecciones periódicas, rutinarias, que les ha
llevado a descubrir un par de plantas industriales infectadas (otra vez).
Pero las preocupaciones de
carácter nacional no son las únicas cibercausas tras los problemas que
inquietan a los operadores industriales. La amenaza interior, la mayoría de las
veces debida a solitarios empleados (o ex-empleados) insatisfechos y/o
ambiciosos, constituye la mayor amenaza. ¡Ese es el porqué de que la ética de
cada profesional también sea un asunto clave! Por tanto, dada la era de la
Internet industrial en la que nos adentramos, recuerde cultivar,
no sólo sus habilidades y competencias técnicas, sino, también, sus valores
personales más interiores.
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PD: Permítame compartir con Ud. un pequeño -y seguramente estúpido- hito personal. Con el de hoy, supero, por fin, los
ochenta y cinco boletines que mi predecesor, co-fundador de este Centro y, sin
embargo, buen amigo, Ignacio Paredes, publicó entre el 3 de junio de 2013 y el
12 de enero de 2015. Gracias por poner unos cimientos tan firmes, Nacho. ¡Un
abrazo!
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